Son los que más conoces quienes más mentiras tienen escondidas, al fin y al cabo. Los que más miedo tienen a decirte lo que hayan podido contar por ahí o lo que realmente piensan sobre un tema en el que tu tienes una opinión totalmente diferente a la suya.

Encuentras un papel (o cartón), con escritos que no te esperas, con ésa palabra que no debería estar escrita por ésa persona. Pero ahí está. Y el nombre del destinatario es justamente el menos indicado.

Y es que al fin y al cabo vivimos en mundos totalmente diferentes. Tu sobrevuelas las nubes pensando que algún pájaro te saludará por ahí arriba, y las cosas no van así…

No se puede ser tan egoísta, ¿sabes? ¿no entiendes que tu rutina y la mía son dos polos opuestos? Como mínimo acéptalo. Acepta que yo no soy tu luna, tierra. Aprende a andar sin mis pasos a tu lado, porque no puedo depender de tus planes cada minuto de tu vida.

Y sabes que lo correcto no sería decir lo que me dices, sino todo lo contrario. Deberías decir que puedo anular ésa desconexión que decidimos hacer durante un tiempo, y darme via libre para pensar que es lo que debo hacer en este caso (aunque claramente tu no quieres que coja el buen camino, que es justo el contrario al que haré).

Debes ver lo que hay delante de tus ojos, apartarte ésas gafas de sol y realizar que las cosas no son tan fáciles como uno las pinta y que no puedes pretender conseguir lo que decías sin esfuerzo. (Tampoco es que el esfuerzo sea tan grande como para que no lo hagas).

Y ver que como tu, los otros también tenemos otros sitios a los que ir.

Y que, guste o no, no son los mismos a los que tu quieres llegar.

(son las 3.53 de la mañana... mi mundo va al revés, save me.)